Conviene a todos recordar la vida y la obra de Camilo Torres Restrepo, en especial con ocasión de los cuarenta años de su muerte en Patio Cemento, Santander. Felicito por ello al grupo universitario que ha organizado este encuentro sobre la organización popular que Camilo inició en 1965, llamada Frente Unido de los Pueblos.
Como tomé parte en esa empresa junto a él, trataré de reconstruir lo que ocurrió con ella y las ideas que manejábamos entonces. Para ello tomaré como base la publicación del capítulo respectivo en mi libro "Subversión y cambio social" publicado en Bogotá en 1968. Me referiré principalmente a los elementos ideológicos del Frente y no a su historia u organización que se hallan fácilmente en las biografías de Camilo. Además, se puede consultar la colección completa del periódico "Frente Unido" en el fondo que doné al Archivo General de la Universidad Nacional.
Una vez hecha la exploración ideológica, así sea rápidamente, traeré dicha experiencia al momento actual del Polo Democrático Alternativo (PDA) y a la construcción de Grupos Temáticos en Alternativa Democrática, porque considero que retoma mucho de lo que Camilo trató de hacer en aquella primera ocasión. Porque como lo dicen los organizadores de esta reunión, "¡Camilo Vive!"
Recordemos un poco el contexto. En 1965 se articula el grito de protesta de una generación hasta enconces marginada por la del Centenario y sus íconos, y por la que había sido cooptada en los años anteriores. Los miembros de estos grupos insurgentes, nacidos hacia 1925 o a partir de aquel año, no habían conocido otro grupo que el de la última subversión, el promovido por la ideología maraxista de los años de 1920. Es la "generación de la Violencia", que creció en su ambiente de terror observando sus deformidades y sufriendo sus intolerancias y miserias. Era la juventud víctimada de dentro y fuera de la Universidad, como ocurrió con los dirigentes Jaime Arenas, Julio César Cortés y Armando Correa, muertos después en la guerrilla. Era una juventud que podía fustigar moralmente a sus padres y a aquellos que propiciaron la hecatombe, tarea que, en verdad, sigue vigente hoy. Era una generación que ponía en jaque a los grupos oligárquicos y a las élites tradicionales, para enrostrarles el crimen de lesa patria. Estos grupos rebeldes, sin compromisos con el origen de la Violencia, surgieron entonces para dejar su impronta en la historia.
El Padre Camilo Torres Restrepo, profesor y cofundador de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional, creó el Frente Unido como un aparato político que él denominó "pluralista". En esta forma logró armar una nueva utopía para el país. Esta utopía tenía ingredientes especiales, como aquellos derivados de convicciones religiosas y del examen de la realidad nacional y de las revoluciones latinoamericanas contemporáneas, en especial la cubana. Pero en el fondo era una reiteración de ideas socialistas conocidas, en respuesta al impulso del cambio secular-instrumental del pueblo y de la época.
Así entendida, la utopía pluralista de Camilo Torres ha tenido eco no sólo nacional sino internacional. Al trascender la realidad y pasar al plano de la práctica, su planteamiento tiende a modificar profundamente el orden de cosas existente, produciendo crisis sociales y personales, induciendo el examen crítico de la sociedad e impulsando el cambio subversor necesario.
INTRODUCCIÓN DEL PLURALISMO UTÓPICO
En la "Plataforma para un movimiento de unidad popular" escrita en marzo de 1965, que Camilo preparó de manera sencilla y corta para llegar a las masas, el Padre Torres declaró que uno de de los objetivos del movimiento del Frente Unido "es la estructuración de un aparato político pluralista, no un nuevo partido, capaz de tomar el poder". Lo detalla en el punto octavo de la Plataforma; "El aparato político que debe organizarse debe ser de carácter pluralista, aprovechando al máximo el apoyo de los nuevos partidos, de los sectores inconformes de los partidos tradicionales, de las organizaciones no políticas y, en general, de las masas".
El pluralismo de Camilo Torres constituye el elemento esencialmente utópico de su pensamiento, y como tal debe ser estudiado por los efectos que tuvo en los primeros pasos del movimiento del Frente Unido. Para entenderlo, debe colocarse dentro del contexto político y religioso de donde los derivó el autor, de donde también surgeieron diferencias con otros planteamientos contemporáneos.
La concepción utópica de Camilo Torres es dinámica: el pluralismo no es un sistema dentro del orden, ni sigue las reglas del juego político común y corriente. Más que todo es una herramienta para unir grupos diversos, y hacerlos mover hacia una misma dirección. Se presenta como una estrategia que busca cambiar las reglas del juego, y que al hacerlo quiere promover el cambio del orden social y político en que se desarrolla. Pero su meta final es el cambio socioeconómico profundo y radical, al que se llega por la creación, resolución y superación de la subversión socialista. Esta debería dar como resultado una sociedad superior a la existente.
Como en los otros casos analizados en mi libro citado, la utopía pluralista de Camilo Torres lleva una crítica implícita a la cultura y la civilización reinantes, tratando de descubrir las formas institucionales que faciliten el advenimiento de un nuevo orden social. Pero no produce el tipo de concepción autoritaria, de disciplina monopólica, que alguos autores anotan en la mayoría de las utopías clásicas. En éstas se crea un orden social inflexible y dogmático, con un sistema de gobierno centralizado y absoluto. Como resultado del pluralismo utópico, no aparece una sociedad cerrada y estratificada que frustre el libre desarrollo humano y de la personalidad. Aparece, más bien, una sociedad en la que se encuentran diversas tendencias, pero que tienen las mismas metas valoradas, aquellas que hoy podríamos definir como provenientes de pueblos originarios. Con este fin se unen todas en un impulso común de creación que permite una amplia libertad de cruces ideológicos, y que ofrece alternativas para escoger las vías de acción con base en una moderna racionalidad.
La utopía pluralista de Camilo, con tan heterogéneo aparato político para impulsarse, se complica con el elemento religioso. El concepto mismo del pluralismo ha sido más corriente en círculos eclesiásticos, como en la posterior teología de la liberación, donde se ha reducido su sentido al valor de la convivencia de personas de distinta fe en una región. El Padre Torres derivó esta idea de su permanencia como estudiante en la Universidad de Lovaina en Bélgica, donde se hallaba una avanzada del pensamiento católico renovador, y también de su contacto con la atmósfera secular y religosa a la vez, que hizo posible organizar en Europa experiencias heterodoxas, como la de los sacerdotes obreros y la adoración conjunta, ecuménica, de católicos y protestantes. Este pluralismo tiene un soporte importante en el movimiento ecuménico moderno. Encuentra campeones destacados como Richard Niebuhr en el baluarate protestante, y el Padre Francois Houtart, su profesor en Lovaina, en el campo católico.
La concepción pluralista socialista -cristiana y política a la vez-que fue fundamento inicial de la acción personal de Camilo Torres, se encuentra en el documento crucial de su carrera: la declaración del 24 de junio de 1965, cuando pidió a su arzobispo la liberación de sus obligaciones clericales. Camilo sostiene allí que "la suprema medida de las decisiones humanas debe ser la caridad, debe ser el amor sobrenatural" y, en consecuencia, se entrega a una revolución justa "para poder dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo y realizar el bienestar de las mayorías de nuestro pueblo. Estimo que la lucha revolucionaria es una lucha cristiana y sacerdotal. Solamente por ella, en las circunstancias concretas de nuestra patria, podemos realizar el amor que los hombres deben tener a sus prójimos".
Una vez entendidas las fuentes utópicas del pensamiento de Camilo Torres, quedan en su apropiada perspectiva los dos conceptos sociológicos centrales sobre los cuales construyó su ideología socialista raizal, esto es, con raíces propias en nuestro mundo. Estos conceptos centrales son el de la "dignidad" basada en los valores existenciales del humanismo; y el de la "contraviolencia" de reacción, o rebelión justa, que se apoya en la moralidad de los fines colectivos, que detallaré más adelante. Además, es indispensable declarar la independencia de los intereses oligárquicos que mantienen al país subordinado a los Estados Unidos de América. Por esto, el pluralismo es necesariamente "anti-intervencionista", condenando las actitudes entreguistas de los grupos nacionales, hoy representados por el gobierno y la persona de Álvaro Uribe Vélez.
Los valores de la técnica son enfatizados por Camilo en muchas formas, especialmente en su deseo de crear la unidad de las fuerzas políticas nuevas a través de la aplicación de las ciencias sociales y económicas traducidas a la realidad colombiana. Esta tarea sería hecha por "líderes capaces de abandonar todo elemento sentimental y tradicional que no esté justificado por la realidad, prescindiendo de esquemas teóricos importados de Europa y otras partes. . . para buscar los caminos colombianos". Su plataforma propone, además, la planificación y la intervención estatal, con nacionalización de varias instituciones, la educación pública gratuita y obligatoria, y la autonomía universitaria.
El esfuerzo comunal tuvo en Torres un defensor decidido. Las reformas agraria y urbana, que propone en la Plataforma, se basan en un tipo u otro de acción participativa. Cita a la "acción comunal" (antes de que la pervirtiera la clase política) como "fundamento de la planeación democrática", auspicia el cooperativismo y busca una mayor participación de los obreros en las empresas.
Camilo Torres añadió una dimensión decisiva a la revaluación del hombre con la idea de la justificación moral de la rebelión, esto es, con la contraviolencia. Esto le llevó a postular la lucha del pueblo contra el "antipueblo", es decir, la oligarquía tradicional. Su pensamiento quedó plasmado en cuatro de sus "Mensajes": los dirigidos a los cristianos, a los campesinos, a la oligarquía y a los presos políticos. Planteó en primer lugar que "la oligarquía tiene una doble moral de la cual se vale, por ejemplo, para condenar la violencia revolucionaria mientras ella asesina y encarcela a los defensores y representantes de la clase popular". O dividiendo al pueblo en grupos enfrentados artificialmente, combatiéndose entre sí por asuntos académicos como la inmortalidad del alma, y distrayéndolo de descubrir el verdadero sentido social de la idea de que "el hambre sí es mortal". Dijo que como "tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías. . . [que] no los van a buscar las minorías privilegiadas que tienen el poder. . . es necesario entonces quitarles el poder. . . para dárselo a las mayorías pobres. La revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta". Y como esta revolución busca la justicia, ella es "no solamente permitida sino obligatoria para los cristianos", en lo que se basa en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino.
Evidentemente, como decía Ortega y Gasset, la violencia viene a ser como la "razón exasperada", y para Marx, ella es la "partera de la historia". El problema no es tanto su justificación absoluta cuanto lo concerniente a las condiciones y límites de su empleo. La utilización de la violencia acarrea problemas de estrategia, porque puede ser un catalizador tanto como un alienador. La estrategia depende de las circunstancias históricas y sociales, según las metas inmediatas y de largo alcance que se proponen los grupos rebeldes. En todo caso, es una estrategia que se basa en el hecho de que exista una violencia real para mantener el statu quo y que se expresa en muchas formas de coerción por el Estado reaccionario. Camilo sostuvo que esta violencia es inmoral cuando se dirige contra el pueblo, y que se torna tiránica e ilegítima cuando éste no respalda al gobierno. A esa violencia enfrenta la contraviolencia, en la medida y con la intensidad con que actuaran las minorías en el poder. Deja así a éstas con la grave responsabilidad moral de desencadenar la revolución sangrienta.
Estos son, pues, los elementos principales de la utopía pluralista y participativa que Camilo Torres presentó al país como meta para adoptar "un sistema orientado por el amor al prójimo". Puede verse que sintetiza y simplifica algunas de las tendencias instrumentales del mundo moderno, reiterando anteriores ideales socialistas y otros nuevos, vertiéndolos en moldes culturales propios y buscando la autenticidad colombiana. No es una utopía clerical, porque el Padre Torres hubo de dejar precisamente la estructura de la Iglesia para divulgar y combatir por su ideal, aunque ninguna de sus tesis contradiga las enseñanzas de la Iglesia. No pueden ser ideas liberales ni conservadoras, porque la dinámica política actual ha superado el marco ideológico en que funcionan aquellos partidos, a los que nunca perteneció Camilo. Ni tampoco es copia servil de planteamientos ideológicos concebidos por filósofos europeos, ni traducción de constituciones o preceptos de países más adelantados, como ha sido hábito entre políticos e intelectuales colombianos. Presenta más bien, como se dijo antes, la visión de una sociedad abierta y justa, con amplias oportunidades para todos, en la que se respetan las divergencias de opinión, creencia y actitud.
VIGENCIA ACTUAL DEL IDEARIO CAMILISTA
Como es sabido, la utopía pluralista de Camilo se decantó rápidamente cuando él partió a la guerrilla. Hubo ataques de muy diversas procedencia: desde la Iglesia Católica, que llamó "erróneas y perniciosas" aquellas ideas. El aparato pluralista no logró resultados en la práctica y al nivel comunal y vecinal los diversos comandos del movimiento, desde la democracia cristiana hasta el comunismo, no alcanzaron a aplicar la tolerancia esperada. Al intentarse reducir el movimiento a personal "no alineado", esto es, no perteneciente a partidos existentes, hubo también confusión e ineficacia. Algunos dirigentes fueron perseguidos y tuvieron que salir del país. Pero, al reexaminar el legado de Camilo Torres, puede fácilmente advertirse la vigencia de sus ideas. No fue tiempo ni esfuerzo perdido, y hoy tenemos esta ventaja adicional de la perspectiva histórica, del examen desde lejos, que permite destacar lo rescatable de aquel extraordinario proyecto político.
La prematura muerte de Camilo en el monte impidió que el cura guerrillero enriqueciera aún más el avanzado e interesante ideario del Ejército de Liberación Nacional (ELN). El comandante "Antonio García", en su homenaje de estos días, destacó el carisma de Camilo y la relevancia de su pensamiento y de su mensaje para los actuales movimientos políticos en el continente y en Colombia. En efecto, el elemento utópico mismo, con visos socialistas nuevos, se ha vuelto a presentar en estos movimientos, como los que surgieron después de la muerte de Camilo: el de Firmes de Gerardo Molina, el de Anapo Socialista, el de Colombia Unida que reunió grupos de todo el país hasta la fusión con el Movimiento 19 de Abril que descendió del monte en 1988, para seguir con la Alianza Democrática M-19 que llegó a la Asamblea Constituyente de 1991 con grandes empeños de transformación. Luego nació la inspiradora iniciativa sindical del Frente Social y Político, encabezado entonces por Luis Eduardo Garzón, y el rápido ascenso de este líder a posiciones de gobierno en la capital de la República, donde ha sabido sortear con inteligencia y un buen equipo de gobierno, los laberintos de la administración pública. Igual ha ocurrido en regiones donde las izquierdas también gobiernan, como la de la Costa Atlántica de Bernardo Hoyos, y la Región Surcolombiana de Angelino Garzón, Parmenio Cuellar, Guillermo Alfonso Jaramillo y Floro Tunubalá. La ola de redescubrimientos políticos en las izquierdas colombianas, impulsada por los sucesivos éxitos en Chile, Uruguay, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela, ha estimulado la convergencia de fuerzas hasta culminar en Alternativa Democrática primero, y en la alianza del Polo Democrático Alternativo después, que está a punto de incidir con fuerza en las cruciales elecciones de este año de 2006. La impronta y el recuerdo de Camilo Torres están presentes en estos desarrollos del buen radicalismo político. El proceso ha sido positivo a pesar de todo: en estos duros y peligrosos años hemos ganado un respetable acumulado político, social e ideológico.
En mi opinión, el impacto contemporáneo más claro del pensamiento camilista en Colombia se expresó, casi sin advertirlo, en la organización y funcionamiento de los Grupos Temáticos y Tertulias Ideológicas organizadas para la campaña presidencial del doctor Carlos Gaviria Díaz, durante el año pasado. Ciento cuarenta profesionales y políticos se organizaron en 17 grupos para estudiar los principales problemas del país y plantear propuestas y salidas. Fue un esfuerzo "desde las bases", como lo reza su publicación inicial. La idea quedó plasmada en ese mismo folleto, donde se lee que vamos "hacia un Frente Unido de los Pueblos", y que su propósito es iniciar un esquema pluralista de pedagogía política. Ya hubo algunas sorpresas: una de ellas, "cierta madurez intelectual, técnica y profesional en las personas que ingresaron al proyecto". Se veían listos a aportar, criticar, revisar y recomponer lo que habían hecho mal, o dejado de hacer, en organizaciones, instituciones y generaciones anteriores. Sentían la necesidad de asumir alguna responsabilidad para subvertir el desorden existente, rehacer el desastroso periplo nacional y reorientar el destino de la nación.
¿Vamos de nuevo hacia aquel Frente Unido de los Pueblos que concibió Camilo? Parece posibleí, si hacemos caso de los últimos acontecimientos sobre el proyecto de unidad de las izquierdas democráticas, que fue insistencia muy valiosa del Senador y hoy candidato presidencial, Carlos Gaviria. Nunca habíamos llegado a esta gran etapa de coordinación política, explicable por la dcsesperante situación del país, y por el terrorismo de Estado. Últimamente ha sido necesario luchar contra las amenazas antidemocráticas que se ciernen con la reelección del actual presidente de la República. Por eso me encuentro tan cómodo con el Ideario de Unidad del Polo Democrátaico Alternativo (PDA) —con una que otra adición comprensible—, como me sentí con la confección de los Diez Puntos del Frente Unido. Casi propuse que el PDA cambiara su nombre por el del FUP (Frente Unido de los Pueblos); pero me reclamaron, con razón, que no anduviera tan rápido.
Por fortuna, hoy ha aparecido en Colombia una Generación Activa y Sentipensante, con un gran contingente universitario, como lo comprobamos en los Grupos Temáticos y en las Tertulias de Alternativa Democrática, una generación que trabaja a gusto con las bases populares, como en los tiempos de Camilo. Hay mayor acercamiento con estas bases, así para acompañarlas como para aprender a investigar la realidad con ellas, con los métodos de la Investigación Acción Participativa (IAP), otro fruto intelectual de Camilo Torres, como empezó a aplicarla en el barrio Tunjuelito de Bogotá. Esta Generación Activa y Sentipensante está mejor preparada y creo que es más capaz que las anteriores, incluída la mía, la de la Violencia. Atrás quedaron los Centenaristas de Rafael Uribe Uribe, los Nuevos de Jorge Zalamea y Carlos Lleras, los del Movimiento Revolucionario Liberal y La Ceja de Alfonso López Michelsen. La rancia cooptación de centro derecha con la que se ha tentado y corrompido a la izquierda colombiana se ha quedado sin excusas: hoy ya podemos avanzar sin muletas hacia nuestros valorados objetivos históricos.
A diferencia de aquellas viejas generaciones centristas acomodadas, la Generación Activa y Sentipensante actual ha logrado acumular prácticas y conocimientos superiores sobre la realidad nacional y puede actuar mejor en consecuencia. No ha temido salir al terreno a pesar de los peligros e incomprensiones, y volver a aprender con gusto y ánimo sobre nuestro especial entorno tropical, combatiendo el tradicional colonialismo intelectual y político ante los norteños, y redescubriendo las culturas y tradiciones regionales y provinciales de nuestros pueblos de origen: los aborígenes, los afrocolombianos, los campesinos antiseñoriales provenientes de España, y los colonos internos. Y son respetuosos de los valores fundamentales de éstos, que debemos remozar y proyectar hacia el presente y el futuro, como pegante idieológico del socialismo raizal o Kaziyadu que adviene sin tregua.
Hay por lo tanto ciertas bases para un optimismo sobre el cambio social radical y profundo en Colombia, como lo quería Camilo Torres, el ideal por el cual rindió su vida. Hoy lo recordamos con el dolor de la ausencia, pero también con la alegría y la esperanza del deber cumplido, de la tarea pionera y dedicada que realizó para bien de la nación. Tal es la vigencia de Camilo Torres, y tal es la obligación que todavía tenemos de seguir con su legado y hacerlo fructificar sobre la faz de nuestra tierra. Desalojemos del poder a los que nos malgobiernan. Tenemos ya, por fortuna, un liderazgo capaz y los mejores candidatos para asumir el poder. Por ahí va la cosa.
Ponencia del maestro Orlando Fals Borda en el conversatorio "Camilo Vive", conmemoración del 40 aniversario de la muerte de Camilo Torres Restrepo, en el aula máxima de Derecho de la Universidad Nacional el 15 de febrero de 2006.