Los síntomas de putrefacción y relajamiento del Frente Nacional son comunes a todos los que presentan todos los regímenes caducos en los últimos estertores de su existencia.
Los dirigentes ahogan en fiestas y bacanales las inquietudes que el fermento popular les produce y consagran su actividad política a componendas de camarilla, a luchas intestinas entre los directorios anacrónicos e impopulares; al pueblo ya no le interesan las discusiones entre los Lleras, los Gómez, los Ospinas, los Santos y otros nombres de nuestra aristocracia feudal.
El pueblo tiene hambre. Está descontento. Está decidido a unificarse y a organizarse. El pueblo, sobre todo, tiene la decisión inquebrantable de tomar el poder.
En las pasadas elecciones la oligarquía aún no tenía necesidad de inventar votos (si nosotros permitimos que las próximas elecciones se efectúen, entonces sí tendrá que inventar la existencia de muchos votos).
Los abstencionistas revelaron ser la mayoría de los electores. El 70% de los colombianos no acudió a las urnas. Cualquiera que tenga un conocimiento elemental de la gente colombiana, cualquiera que haya asistido conmigo a las concentraciones populares tiene que haber llegado al convencimiento de que los abstencionistas son opositores al frente nacional y a la oligarquía.
Los abstencionistas en general son aquellos revolucionarios que no están organizados en grupos políticos. Si bien gracias al espíritu revolucionario y antisectario que han revelado los grupos políticos que han ingresado al Frente Unido, les ha permitido a estos conseguir un mayor número de adherentes, la mayoría de los Colombianos se ha incorporado al Frente Unido sin inscribirse en los grupos políticos ya existentes. Estos mismos grupos tienen que comprender que la actividad principal del Frente Unido debe ser la organización de los no alineados.
La organización de los no alineados deberá hacerse de abajo hacia arriba con jefes propios y con una autoridad férrea pero despojada de todo carácter caudillista. Actualmente el vínculo principal de unión entre ellos es la Plataforma del Frente Unido del Pueblo que yo he presentado como propuesta a la clase popular colombiana. Es posible que mi nombre tenga aún demasiada importancia dentro de este grupo y en una etapa inicial, mientras mi nombre sirva para estimular la agitación y la organización revolucionaria, puede ser de bastante utilidad. Sin embargo, sería infantil producir los mismos errores que han producido el fracaso de anteriores movimientos revolucionarios. Ya vimos cómo la oligarquía asesinó a Jorge Eliécer Gaitán. Ya vimos cómo la reacción del pueblo en este momento no fue la de reagruparse en torno a jefes revolucionarios sino la de recurrir a los jefes de la oligarquía que sobre los hombros del pueblo llegaron al palacio presidencial a vender el movimiento revolucionario. Ya vimos cómo el pueblo desorganizado quiso dar la batalla en las ciudades en donde el enemigo es más fuerte. Ya vimos cómo el pueblo se dejó desconcertar y se dedicó al incendio y al robo en lugar de replegarse hacia los campos en donde el enemigo es más débil y los revolucionarios tienen más recursos.
Estamos apostando una carrera con la oligarquía. Es posible que ésta me asesine antes de haber logrado una sólida organización entre los no alineados. Creo que sería demasiado torpe que me encarcelen o me inventaran un proceso de guerra verbal. Por eso creo más en el asesinato. Lo importante es que el pueblo colombiano tenga consignas precisas si esto llega a ocurrir.
La primera es la de replegarse hacia el campo y no librar la batalla en la ciudad.
La segunda es la de no ejercer ninguna acción ofensiva mientras no haya una organización rural capaz de mantenerla.
Con todo es necesario que los no alineados se den cuenta de la gravedad del momento y de su responsabilidad histórica. Cada minuto que perdamos en organizaciones es un minuto que le estamos dando de ventaja a la oligarquía.
Las manifestaciones multitudinarias, el entusiasmo y la agitación revolucionarios son útiles en cuanto se reflejan inmediatamente en una organización por la base.
Es necesario que cada campesino raso, que cada obrero raso, que cada revolucionario se sienta responsable de formar un comando del Frente Unido con algunos compañeros o amigos, sin esperar directivas y sin esperar órdenes.
Se deben reunir: (1) para discutir y divulgar la plataforma del Frente Unido; (2) divulgar y financiar el Periódico Frente Unido; (3) cumplir las consignas inmediatas de acción; (4) coordinarse con los otros comandos de base para formar comandos veredales, de barrio, de fábrica, de colegio o universidad, de municipio, de región y de departamento; (5) preparar a los delegados a la gran convención nacional del pueblo para el 11 ó 12 de diciembre de 1965.
La manifestación popular del 10 de octubre en la plaza de Bolívar a las cinco de la tarde será la ocasión de que los no alineados se presenten en forma organizada por comandos y por agremiaciones. En esa manifestación el pueblo colombiano, y especialmente el de la capital, protestará por el Estado de Sitio y todas sus consecuencias represivas contra el pueblo colombiano: los consejos de guerra verbales, la persecución sindical, la persecución a los jefes de la oposición, los nuevos impuestos, la última devaluación, etc., etc.
La abstención electoral, por sí sola, no es un arma de combate revolucionaria; ella tiene que estar acompañada de una organización y de una disciplina beligerante y activa. Los no alineados, los revolucionarios sin partido, tendrán que transformarse de una masa amorfa y débil en un ariete que no dejará de golpear contra el sistema hasta verlo totalmente derrumbado.