REFORMA A BASE DE TIERRAS EXPLOTADAS.
En primer lugar, no se puede pensar, y eso ya es una verdad de Perogrullo, en una simple repartición de tierra que no esté acompañada de una asistencia técnica y de una educación igualmente técnica. También considero que es un cosa importante el hacer resaltar la distinción que existe entre reforma agraria y colonización. Naturalmente que en un país como el nuestro, y como la mayoría de los países latinoamericanos, hay muchas tierras inexplotadas que lo son por las dificultades que las rodean. En cambio tenemos aquí los dos grandes problemas del minifundio y del latifundio, que constituyen la cuestión central de una reforma agraria y que están a base de tierras que son explotadas, explotables por lo menos, y que constituyen ese patrimonio de los terratenientes que seguramente tanto impone una repartición de tales tierras que para ellos son productivas en la actualidad o por lo menos podrían serlo.
Para ser suficientemente sinceros, no se puede considerar solamente la reforma agraria a base de tierras inexplotadas o inexplotables, sino a base de tierras que ya están explotadas, que constituyen una fuente de producción importante para el país. La simple repartición bajaría la producción como ha pasado en todos los países, pero si eso va acompañado de una repartición en el crédito, en la asistencia técnica y en la educación agrícola o cooperativa, probablemente muchos de esos se subsanarían. Esto natural¬mente es más complicado, menos simplista pero creo yo que más realista.
MINIFUNDIOS, LATIFUNDIOS. COOPERATIVAS.
Ante todo quiero contestar al concepto del doctor Castellanos, sobre la posición dc la clase terrateniente ante la reforma agraria. Creo que si circunscribimos el concepto de reforma agraria, además de la parte técnica y aumento de la producción, de aprovechamiento de tierras, de transportes, de mercadeo, debemos considerar principalmente la repartición de tierras que ya son productivas o son susceptibles dc volverse productivas.
Ante esta última concepción fue mi afirmación de la resistencia por parte de la clase terrateniente a una reforma agraria. No en cuanto a que los individuos separadamente no puedan acceder a una repartición, sino en cuanto a que el conjunto de terratenientes obrando como grupo social tendrá que obrar en función de intereses comunes y es precisamente contra estos intereses comunes que iría la repartición de tierras productivas.
Respecto de la pregunta que se me ha hecho sobre cooperativismo, creo que desde el punto de vista económico, es económico, es obvio que si una de las bases de la reforma agraria es multiplicar el número de productores, sería económicamente perjudicial si al mismo tiempo no logramos una comunidad en cuanto a los gastos generales de esos productos múltiples, que no se lograría, dada la división de la propiedad, sino mediante el régimen cooperativo.
Naturalmente que la cooperativa no debe entenderse solamente como un sistema económico sino que es ante todo, un método educacional que prepara a los individuos a sacrificar intereses individuales por el bien de la colectividad. Es claro que la cooperativa de producción aislada no puede resultar. Tiene que estar necesariamente ligada con cooperativas de transportes y de consumo para completar el ciclo de la producción y distribución económica. Creo por lo tanto que las cooperativas tienen que estar en la base de la reforma agraria.
LA CLASE TERRATENIENTE.
Creo yo que esta discusión, como en toda en la que se trate de decir la verdad, ha clarificado y sintetizado muchos puntos. Gracias a esto creo que se ha llegado a un acuerdo teórico al menos. En mi parecer la polémica se puede resumir en un problema sociológico clásico que es el que constituyen las relaciones del hombre y la tierra, de lo humano y de la propiedad como se ha dicho aquí. Si aceptamos un determinismo de la propiedad sobre la conducta del hombre en general, se nos podría tildar de marxistas y unilaterales. Si aceptamos el determinismo de lo humano sobre lo económico con independencia entera de este último factor seríamos idealistas utópicos. Como cristianos tenemos que aceptar el hombre integral. Cuerpo y alma, espíritu y materia, factor humano y factor económico y social.
Las relaciones que el hombre tiene sobre la propiedad han quedado claras al hacer resaltar la necesidad ineludible de educación, de formación técnica, de formación comunal, de organización en general. La influencia de la propiedad privada sobre la conducta del individuo no deja de ser menos importante. El problema de la inseguridad ante la vida y ante el futuro; la capacidad de aumentar la producción y con ella su nivel de vida, su nivel educativo, su prestigio social dependen en forma muy directa de la posesión de los medios de producción.
A este acuerdo se ha llegado en teoría. Tenemos el consuelo de oír al Doctor Castellanos que como representante de la clase terrateniente nos afirma que ésta no rehuiría la repartición de tierra productiva. Ojalá cuando se trate de pasar a la práctica, el grupo qué él representa obre más en función de intereses colectivos y no en función de intereses egoístas.
Cuando me referido a la clase terrateniente no lo he querido hacer, en ninguna forma, con un criterio marxista o de lucha de clases. He querido solamente expresar la realidad sociológica. La clase social concebida científicamente es el conjunto de individuos que forman un grupo con comunidad de intereses, de valores, de motivaciones y con conciencia de esa comunidad. Esta conciencia se traduce por instituciones como aquéllas a que se ha referido el Doctor Aguilera Camacho, instituciones gremiales que representan y defienden los intereses de cada clase o subclase.
REFORMA A LA COLOMBIANA.
Respecto de la pregunta que se me ha hecho sobre la reforma agraria en otros países y la posibilidad de aprovechar esas experiencias, quisiera decir lo siguiente:
Puede ser que dentro de esas experiencias haya elementos positivos. Sin embargo, es necesario que nosotros no las copiemos por el hecho de haber sido exitosas en otros ambientes. Creo que hemos tenido ya experiencias duras por haber trasplantado instituciones extranjeras indiscriminadamente, sin tener en cuenta nuestra realidad local.
Todas las experiencias deben ser conocidas, pero no nos podrán ser útiles sino en la medida en que correspondan a las condiciones específicas de nuestra realidad nacional. Para conocer estas condiciones se deben realizar investigaciones científicas serias. Se debe plantear en función a ese conocimiento científico y se debe realizar en vista a la mayor eficacia, en cada uno de los programas. Si esas soluciones coinciden eventualmente con las adoptadas en Cuba, México, China y Bolivia o cualquier otro país del mundo, no nos importa porque no las hemos adoptado por el hecho de que coincidan sino por el hecho de responder a necesidades locales objetivas.