Los estudiantes son un grupo privilegiado en todo país subdesarrollado. Las naciones pobres sostienen a costos muy altos a los pocos egresados de colegios y universidades. En Colombia, en particular, dada la gran cantidad de colegios y universidades privadas existentes, el factor económico se ha constituido en un factor determinante en la educación.
En un país con un 60% de analfabetas funcionales, 8% de bachilleres y 1& de profesionales, los estudiantes son uno de los pocos grupos que tienen instrumentos de análisis sobre la situación colombiana, de comparación con otras situaciones y de información sobre las posibles soluciones.
Además el estudiante universitario (el de las universidades donde no hay delito de opinión) y el de los colegios donde hay libertad de expresión tiene, simultáneamente, dos privilegios: el de poder ascender en la escala social mediante el ascenso en los grados académicos, y el de poder ser inconforme y manifestar su rebeldía sin que esto impida este ascenso. Estas ventajas han hecho que los estudiantes sean un elemento decisivo en la revolución latinoamericana. En la fase agitacional de la revolución, la labor estudiantil ha sido de gran eficacia. En la fase organizativa su labor ha sido secundaria en Colombia. En la lucha directa, no obstante las honrosas excepciones que se han presentado en nuestra historia revolucionaria, el papel tampoco ha sido determinante.
Nosotros sabemos que la labor agitacional es importante pero que su efecto real se pierde si no va seguida de la organización y de la lucha por la toma del poder. Una de las causas principales para que la contribución del estudiante a la Revolución sea transitoria y superficial es la falta de compromiso del estudiante en la lucha económica, familiar y personal. Su inconformismo tiende a ser emocional (por sentimentalismo o por frustración) o puramente intelectual. Esto explica también el hecho de que al término de la carrera universitaria el inconformismo desaparezca o por lo menos se oculte y el estudiante rebelde deja de serlo para convertirse en un profesional burgués que para comprar los símbolos de prestigio de la burguesía tiene que vender su conciencia a cambio de una elevada remuneración.
Estas circunstancias pueden ocasionar graves peligros a una respuesta madura y responsable de los estudiantes al momento histórico que está viviendo Colombia. La crisis económica y política se está haciendo sentir con todo el rigor sobre los obreros y los campesinos. El estudiante, generalmente aislado de estos, puede creer que basta una actitud revolucionaria superficial o puramente especulativa. Esa misma falta de contacto puede hacer que el estudiante traicione su vocación histórica; que, cuando el país le exige una entrega total, el estudiante continúe con palabrería y buenas intenciones, nada más. Que cuando el movimiento de masas le exige un trabajo cotidiano y continuo, el estudiante se conforme con gritos, pedreas y manifestaciones esporádicas. Que cuando la clase popular les exige una presencia efectiva, disciplinada y responsable en sus filas, los estudiantes contesten con promesas vanas o disculpas.
Es necesario que la convicción revolucionaria del estudiante lo lleve a un compromiso real, hasta las últimas consecuencias. La pobreza y la persecución no se deben buscar. Pero, en el actual sistema, son las consecuencias lógicas de una lucha sin cuartel contra las estructuras vigentes. En el actual sistema, son los signos que autentifican una vida revolucionaria. La misma convicción debe llevar al estudiante a participar de las penurias económicas y de la persecución social de que participan los obreros y campesinos. Entonces, el compromiso con la revolución pasa de la teoría a la práctica. Si es total, es irreversible; el profesional no podrá volverse atrás sin una flagrante traición a su conciencia, a su pueblo y a su vocación histórica.
No quiero dogmatizar sobre el momento de la coyuntura revolucionaria que estamos viviendo. Quiero solamente exhortar a los estudiantes a que ellos tomen contacto con las auténticas fuentes de información para determinar cuál es el momento, cuál su responsabilidad, y cuál tendrá que ser en consecuencia la respuesta necesaria. Personalmente, creo que estamos acercándonos aceleradamente a la hora cero de la revolución colombiana. Pero esto no se lo podrán decir con la debida autoridad, sino los obreros y campesinos. Si ellos "ascienden a la clase popular", sin ninguna clase de paternalismo, con el ánimo más de aprender que de enseñar, podrán juzgar objetivamente el momento histórico.
Sería sin embargo estéril y desgraciado que los estudiantes colombianos que han sido la chispa de la revolución permanecieran al margen de ésta por cualquier causa; por falta de información, por superficialidad, por irresponsabilidad o por miedo.
Esperamos que los estudiantes respondan a la llamada que les hace su Patria en este momento trascendental de su historia y que para eso dispongan su ánimo para oírla y seguirla con una generosidad sin límites.