El problema de la estructuracion de una autentica Sociologia latinoamericana

COLONIALISMO CULTURAL LATINOAMERlCANO.


La Cultura latinoamericana, para decir lo menos, es una cultura poco institucionalizada. Hay patrones que no han sido integrados. Hay otros que, a pesar de haber constituido un patrimonio cultural indígena, han desaparecido.
La coexistencia entre elementos asimilados y elementos de desaculturación, ha llevado a muchos sociólogos y antropólogos a dudar de la existencia de una verdadera cultura latinoamericana en el sentido estricto.

Dentro de los elementos culturales nuevos está el de la sociología como ciencia y como método. Es cierto que entre las Crónicas de Indias encontramos verdaderos análisis sociológicos y antropólogicos. Sin embargo, la sociología considerada como una rama estructurada de la ciencia, no fue cultivada en Latinoamérica sino a fines del siglo pasado y principios del presente. No siempre dentro de las normas de una sociología científica, claro está, pero por lo menos, usando el nombre de la sociología como ciencia. Sin embargo, es innegable que la nueva disciplina ha constituido un elemento cultural importante y extraño.

Las nombradas escuelas sociológicas de los Estados Unidos y de Europa, encontraban sus representantes en Latinoamérica más en calidad de copistas que de interpretes de ellas.
La sociología no ha sido una excepción del mosaico de nuestro colonialismo cultural que persiste a través de las formas de colonialismo económico y político. Dado el carácter poco autóctono de estas importaciones culturales, su evolución dentro de nuestro continente es subsidiaria en cuanto a la dirección y al tiempo de evolución en otros continentes.

Así, la concepción positiva y empírica de la sociología, no comenzó a generalizarse en Latinoamérica sino después de la ultima guerra mundial, con varios años de retraso respecto a Europa y, sobre todo, respecto de la sociología anglosajona. Se adoptó igualmente, como una concepción importada y no fue una culminación de un proceso científico realizado por la "inteligencia" de nuestros países. No obstante, la nueva orientación implica una proyección científica sobre nuestra realidad. La ciencia positiva no puede aislarse de un ambiente local concreto. Menos aun en caso de una ciencia social. Los estudios sobre nuestra realidad comenzaron a multiplicarse. Los sociólogos profesionales entrenados generalmente en Europa y los Estados Unidos, aparecen en todos nuestros países. Ya en el VI Congreso Latinoamericano de sociología, celebrado este año en Caracas, se habló de un triunfo de los sociólogos profesionales sobre los simples aficionados. Los trabajos de investigación positiva fueron bastante numerosos. Podría ya hablarse de una entronización oficial de la sociología positiva en nuestro continente. Con todo, el parasitismo científico no aparece aun descartado. Los vicios de la sociología extracontinental nos han sido trasuntados a una con las cualidades. La estructuración de una autentica sociología latinoamericana, aparece aun en forma muy embrionaria.

EL PELIGRO DEL "NOMINALISMO".


En cuanto a los vicios comunes, quisiera referirme únicamente a uno, por ser común a la sociología universal y por estar estrechamente ligado al tema de la inautenticidad, que quiero tratar a continuación este vino es el del "nominalismo". Por nominalismo quiero expresar el fenómeno del uso de palabras que no están estrechamente relacionadas con una observación personal del que las emplea. El nominalismo hace mas énfasis en la terminología que en la observación de la realidad. Es el camino de menor resistencia para el profesional, pues da la apariencia de poseer una ciencia, con la sola posesión de un vocabulario científico. Este fenómeno ha justificado la aserción de aquellos que definen la sociología como la persona que expresa con palabras complicadas e ininteligibles, las cosas que todo el mundo conoce por sentido común. El nominalismo es un campo tan tentador para la mediocridad, que es posible que en pocos anos veamos a nuestro continente inundado de seudo científicos poseedores de una jerga sociológica, pero incapaces de observar nuestra realidad social, de sintetizar sus observaciones y de generalizar en forma sistemática las características de esta realidad.

Es imprescindible que todos aquellos que nos ocupamos de la formación de los futuros sociólogos latinoamericanos estemos alertas ante este gran peligro para nuestra sociología. Tenemos que emplear una pedagogía realista e intransigente en la línea de la prioridad de la observación inmediata sobre el empleo de una terminología hueca y sin sentido. De lo contrario frustraríamos el aporte de una sociología positiva. Desvirtuaríamos el sentido de encarnación realista en los fenómenos sociales típicos de nuestro continente, que esta ciencia tendría de por sí, ya que está guiada por una metodología empírica. Quizás la insistencia en las practicas sobre el terreno y el combatir el memorismo irracional en los alumnos, podrían ayudarnos en esta depuración realista de nuestros futuros profesionales. En todo caso es un problema de método que debe estar en primera línea, dentro de nuestras inquietudes académicas.

AUTENTICIDAD DE LA SOCIOLOGÍA LATINOAMERICANA.

Muchos hemos oído discutir sobre la legitimidad de especificar geográficamente una ciencia. ¿Hasta dónde podemos distinguir las matemáticas norteamericanas de las matemáticas soviéticas Si no es por razón de la nacionalidad de los científicos que las cultivan? El mismo problema se plantea cuando aparece la concepción positiva de las ciencias sociales. A medida que se estandarizan los métodos y se llega a generalizaciones susceptibles de verificaciones empíricas, las ciencias sociales. Y en particular la sociología, se levantan por encima de las fronteras filosóficas, religiosas, culturales y geográficas, para adquirir una carta de ciudadanía universal en el concierto de las ciencias modernas.

Sin embargo, la materia, objeto de las ciencias sociales, difiere de la materia de las otras ciencias positivas. El elemento geográfico, ecológico mejor dicho, es un elemento esencial en la consideración integral de un complejo social. Entonces la especificación geográfica no se hace en detrimento de la universalidad de una ciencia. Respecto de la sociología, podemos decir que ella no puede llámense "americana", "europea" o "latino-americana", en cuanto a los métodos generales y en cuanto a las leyes universales. No obstante, la problemática religiosa es diferente. La dinámica y las estructuras sociales tienen modalidades especificas dentro de cada cultura y cada subcultura. En una palabra, podemos hablar de una sociología latinoamericana en cuanto tiene por objeto el análisis y la interpretación de los problemas, Situaciones típicas de nuestras regiones y en cuanto tiene que adaptar métodos y teorías a estos problemas y situaciones especificas.

Quisiera considerar ahora dos peligros que tiene la estructuración de una sociología típicamente latinoamericana. El primero podríamos denominarlo como el de una cobardía disfrazada de objetividad y el segundo como el de una demagogia disfrazada de valor científico.

COBARDÍA DISFRAZADA DE OBJETIVIDAD.

El afán de objetividad es plenamente justificable dentro de las preocupaciones de cualquier científico pero, dados los antecedentes, especialmente dentro de las preocupaciones del sociólogo latinoamericano, son demasiados los chascos que nos ha dado una sociología teórica, normalista y objetiva, tan propicia a nuestro genio latino, como para que no tengamos desconfianza en los enfoques que hagamos de nuestra realidad social. Nuestra sociedad se presenta como un hervidero de problemas inmediatos de toda índole, en los cuales nos vemos forzosamente implicados con nuestra afectividad, con nuestra inteligencia, con toda nuestra persona. Es fácil dejarnos impresionar por el objetivismo en los análisis sociales. Todo esto justifica la preocupación de conservar una fría objetividad científica en nuestra labor sociológica.

Sin embargo, todos los problemas sociales deben ser objeto de la consideración y del estudio del sociólogo. El discriminar "a priori" entre problemas que se deben estudiar y problemas que no se deben estudiar no es una actitud científica. Más aún, si dentro de los que excluimos están los problemas más candentes, estamos mutilando nuestro campo científico, privándolo de objetivos que pueden ser definitivos para una integración científica completa.

Me parece que en esta actitud hay un elemento de deontología profesional que no podemos desdeñar. En mi parecer, el científico no debe hacer abstracción de su personalidad humana total, sino en tanto en cuanto los fines científicos se vean obstruidos por elementos de esa personalidad. Esto ocurre, por ejemplo, con los juicios de valor. Sin embargo, creo yo que iría en detrimento de una autentica realización científica, al descartar toda la riqueza humana del científico, aunque esa riqueza no sea un elemento que pudiéramos clasificar como estrictamente metodológico. La imaginación, la intuición, la cultura general, el idealismo, la generosidad son elementos imponderables y cualitativos que pueden, en ocasiones, definir lo que solemos llamar un "científico". Dentro de estos elementos "existenciales", por decirlo así, esta el de vivir la problemática de su tiempo y de su sociedad concreta. El hacer caso omiso de la problemática de nuestro tiempo y de nuestra sociedad latinoamericana, dentro de nuestros objetivos sociológicos, no Se justificaría científicamente sino por el peligro de perder la objetividad. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿No poseemos ya una metodología suficientemente estandarizada, no poseemos una comunicación humana suficientemente extensa para que permita una critica universal, no podemos aspirar a una formación científica tal, que podamos abordar aquellos problemas, cuya omisión nos dejaría una trascendental laguna en la concepción de la realidad latinoamencana? ¿Son los controles de la objetividad científica en sociología aún tan rudimentarios que tengamos que privarnos de lo que aparece como más interesante dentro de nuestra problemática social?

Si la respuesta fuera afirmativa, la categoría de la sociología como ciencia, seria bastante dudosa. Los sociólogos tendríamos que someternos a tratar los problemas tan intrascendentales como único medio para ser objetivos. Me parece que el desarrollo actual de la sociología nos coloca en una posición más optimista. Creo que podemos afirmar que, desde el punto de vista científico, no hay razones suficientes para rehuir el tratamiento de los problemas más sentidos por nuestra sociedad. Temas tales como la revolución social, el cambio social, los efectos sociológicos de la reforma agraria, del desarrollo de la comunidad, del imperialismo, deben estar en el orden del día de la problemática sociológica latinoamericana.

La sola disculpa de poner en peligro la objetividad científica no parece ser sino una forma de disfrazar una cobardía de nuestros sociólogos, para no abocar aquellos problemas cuya interpretación y análisis parecen más urgentes.

DEMAGOGIA DISFRAZADA DE VALOR CIENTÍFICO.

En aquellos países donde los problemas inmediatos son más álgidos, el desarrollo de la investigación, la reflexión y la planeación es menor. El fenómeno es lógico pero implica una disfunción de las instituciones. Son precisamente los países que tienen más necesidad de planeación, los que, en general, la tienen en la forma más deficiente.

Se necesita una ascética científica estricta para no dejarse absorber por las necesidades inmediatas de acción y dedicar el tiempo requerido a la investigación. Esta presión de las necesidades inmediatas generaliza la idea de que la investigación es secundaria y que la acción es lo primordial. Sin entrar en discusiones bizantinas sobre valores y prioridades, podemos afirmar que la investigación y la planeación, siendo muy necesarias, son difíciles de llevar a cabo en países de necesidades inmediatas de acción, como en nuestros países latinoamericanos.

Este fenómeno es especialmente manifiesto en el campo de lo social y así vemos que los investigadores escasean y los políticos aumentan. Los escritos polémicos, emocionales y sobre problemas de realizaciones socia-les, de política social, Se hacen más abundantes, en detrimento de la literatura propiamente científica.

Los que se llamasen a sí mismos "sociólogos" comienzan a ser victimas de esta presión de lo urgente, de lo inmediato.

La posición de los "científicos cobardes" que anotábamos atrás, les da argumentos para abandonar la investigación y dudar de la objetividad. Los temas intrascendentes de estos, aunque tratados en forma muy fría y objetiva, aparecen como escudos de defensa de intereses no científicos, de intereses de clase, de intereses económicos y políticos. Esta posición de duda ante la objetividad de los sociólogos que pertenecen a una determinada clase social y están insertados en un determinado sistema político y social, además de ser estimulada por las actitudes de los "científicos cobardes", es dirigida por el dogmatismo de los falsos discípulos de Marx y de Engels -más abajo explicaré por qué hablo de falsos discípulos.

Para estos, debe haber una sociología proletaria y una sociología burguesa. De la misma manera que Se ha hablado de arte proletario y arte burgués y hasta la genética y matemáticas proletarias y burguesas. En otras palabras, se dice que el condicionamiento de clase es total y absoluto, que ningún científico puede sustraerse de el.

Naturalmente que nosotros no podemos negar que exista tal condicionamiento. Los "científicos cobardes" son una prueba de su existencia. Sin embargo, no podemos aceptar que ese condicionamiento sea total, en todos los individuos. Los mismos Marx y Engels tuvieron un espíritu analítico lo suficientemente penetrante como para darse cuenta de esto. Ellos no sólo observan y prevén la actitud de una minoría de la "clase reinante" en contra de los intereses de esa misma clase. Ellos utilizan esa minoría para sus fines revolucionarios y -por lo menos es muy claro en el caso de Engels- ellos mismos no pertenecen al proletariado, clase de la cual se proclaman los auténticos voceros. Esto indica que Marx y Engels no eran tan absolutos como algunos de sus discípulos en la afirmación del condicionamiento de clase. ¿Si ellos aceptaban excepciones en un campo en el que la objetividad es más difícil, cual es el campo político, cómo no lo aceptan sus discípulos en el campo estrictamente científico?

No es que se quiera desconocer la influencia que tiene la pertenencia a una clase 0 a cualquier grupo, en las actitudes de todo individuo. Dejaríamos de ser sociólogos si no afirmáramos esta influencia. No queremos tampoco negar que el sustraerse a esas influencias sociales sea el caso corriente. Se trata de excepciones. De excepciones que no se logran sino a base de disciplina y formación científicas, a base de valor moral y ética profesional, a base de una autocrítica y del reconocimiento de los propios juicios de valor, para preservarse de ellos en la indagación objetiva de los hechos. Sin embargo, el llegar a ser esa excepción es la base para llegar a ser científico. Por eso es difícil encontrar científicos auténticos. Por eso, el verdadero sociólogo tiene que ser una excepción. A las anteriores motivaciones se une otro estimulo para que nuestros sociólogos abandonen la vía de la objetividad científica o duden de ella, y se entreguen a la acción o la literatura política: la tentación de la popularidad.

Para muchos sociólogos es una prueba dura el ver que los análisis fríos, aunque sea de los problemas más candentes, producen menos entusiasmo, aun en grupos de intelectuales, que las exposiciones demagógicas. Los motivos son obvios, pero la reacción en los científicos no es menos real. Las aparentes "derrotas de popularidad" dejan una cierta nostalgia de prestigio demagógico. Es difícil sustraerse a esta tentación. Es difícil no adoptar una actitud demagógica y no buscar una racionalización de tipo científico para justificarla. El camino de menor resistencia es el de tachar indiscriminadamente de cobardía científica a todos los que quieren conservarse en el terreno de la objetividad. Tratamos entonces de disfrazar nuestra demagogia con una disculpa de valor científico, alejándonos del terreno propiamente científico para entregarnos a lo político y a lo demagógico.

FORMACIÓN DEL SOCIÓLOGO LATINOAMERICANO.

Así como ninguna ciencia se puede hacer sin científicos, ninguna sociología podrá llegar a ser auténticamente latinoamericana sin que haya auténticos sociólogos latinoamericanos. La responsabilidad de los que tenemos bajo nuestro cuidado la formación de los futuros sociólogos latinoamericanos es bastante grande. Es necesario que no nos engañemos. Podemos estar corriendo el peligro de formar nominalistas y no científicos. Podemos estar orientando nuestras preocupaciones y las de nuestros discípulos hacia problemas intrascendentes, so pretexto de objetividad. Podemos estar cayendo en una demagogia anticientífica, so pretexto de valor moral en nuestra actividad profesional.

Para decir verdad, no tenemos aun una concepción clara del sentido y del valor que tiene la sociología latinoamericana. Se necesita hacer una evaluación científica y sistemática de ella. Se necesita trazar derroteros realistas e inteligentes. Creo que se hace imperioso el comenzar a hacer una sociología de la sociología latinoamericana.

Las futuras reuniones de sociólogos latinoamericanos deberían orientarse hacia estos problemas concretos. Debemos evaluar lo existente. Debemos estandarizar métodos. Debemos delimitar peligros y concretar problemas para investigar y para enseñar. Es posible que el futuro Congreso Latinoamericano de sociología que se reúna en Bogotá en 19ó5 sea el instrumento apropiado para realizar esta labor.

Sin embargo, lo más importante es que nuestros sociólogos tengan una sincera actitud de autocrítica a la luz de la problemática actual y local. Esta actitud debe ser difundida en las escuelas, departamentos. Institutos y facultades de sociología de los diversos países.

Debe ejercerse respecto de los métodos, de las investigaciones y de la enseñanza. Esta actitud es la única garantía de poder llegar algún día a la estructuración de una autentica sociología latinoamericana.

Cancionero